Por Cristian García Martínez. Técnico de GanaSalud.
Siempre se ha hablado de la conexión mente y cuerpo, seguramente no conocías la gran relación que tienen entre sí. El ejercicio físico regular no solo mejora nuestra condición física, sino que también desempeña un papel fundamental en la prevención y el tratamiento de diversas patologías mentales y cerebrales, como la depresión, el Alzheimer y el Parkinson (Schuch et al., 2018; Pahlavani et al., 2023; McGinley et al., 2024). A continuación, exploramos cómo la actividad física influye positivamente en la salud cerebral y emocional.
1. Prevención de la Depresión
Numerosos estudios han demostrado que la actividad física regular puede reducir el riesgo de desarrollar depresión. Un metaanálisis realizado por Schuch et al. (2018) reveló que las personas que realizan ejercicio con regularidad tienen un menor riesgo de desarrollar depresión en comparación con aquellas que son sedentarias. Este efecto protector se debe a la liberación de neurotransmisores como serotonina y dopamina que mejoran el ánimo y reducen el estrés (Exercise improves depression through positive modulation of brain pathways, 2023).
2. Tratamiento Complementario en la Depresión
El ejercicio también puede ser una herramienta eficaz como complemento en el tratamiento de la depresión. Investigaciones indican que la actividad física puede mejorar los síntomas depresivos, especialmente en casos leves a moderados. La combinación de ejercicio con terapias convencionales, como la psicoterapia o la medicación, ha mostrado resultados positivos en la mejora del bienestar emocional y la calidad de vida de los pacientes (Exercise Leads to Better Clinical Outcomes in Those Receiving Psychotherapy, 2018).
3. Estimulación de la Neuroplasticidad
El ejercicio físico promueve la neuroplasticidad, es decir, la capacidad del cerebro para reorganizarse y formar nuevas conexiones neuronales. Esto es especialmente relevante en patologías como el Alzheimer y el Parkinson, donde la pérdida neuronal es una característica central. La actividad física regular puede estimular la producción de factores neurotróficos, como el BDNF (Brain-Derived Neurotrophic Factor), que favorecen la supervivencia y crecimiento de las neuronas, contribuyendo a la mejora de las funciones cognitivas (Szuhany, Bugatti & Otto, 2015; Laske et al., 2015).
4. Reducción de la Inflamación Cerebral
La inflamación crónica de bajo grado en el cerebro está asociada con diversas patologías neurodegenerativas. El ejercicio físico tiene efectos antiinflamatorios que pueden reducir esta inflamación, protegiendo así las células cerebrales y mejorando la función cognitiva (Exercise Reduces Depression and Inflammation but Intensity Matters, 2018; Long‑term exercise training and inflammatory biomarkers in healthy humans, 2023).
5. Regulación del Estrés y del Sueño
El ejercicio ayuda a regular el eje HPA (hipotálamo-pituitaria-adrenal), responsable de la respuesta al estrés. La actividad física moderada puede equilibrar los niveles de cortisol, la hormona del estrés, reduciendo sus efectos negativos en el cerebro (Association Between Physical Activity and Risk of Depression, 2023). Además, el ejercicio mejora la calidad del sueño, lo que es esencial para la consolidación de la memoria y la recuperación neuronal.
6. Prevención y Tratamiento del Alzheimer
El ejercicio físico regular se ha asociado con un menor riesgo de desarrollar Alzheimer. Investigaciones indican que la actividad física puede reducir la acumulación de placas de proteína beta-amiloide en el cerebro, una característica distintiva de la enfermedad (Pahlavani et al., 2023; Wang et al., 2023). Además, el ejercicio mejora la circulación sanguínea cerebral, lo que favorece la entrega de oxígeno y nutrientes esenciales para la función neuronal.
7. Prevención y Tratamiento del Parkinson
En el caso del Parkinson, el ejercicio físico desempeña un papel crucial en la mejora de los síntomas motores y no motores. La actividad física regular puede mejorar el equilibrio, la coordinación y la marcha, reduciendo el riesgo de caídas. Además, el ejercicio tiene efectos positivos sobre el estado de ánimo y la calidad de vida de los pacientes, aliviando síntomas como la depresión y la ansiedad (McGinley et al., 2024; Xu et al., 2025).
8. Otros factores a tener en cuenta.
Por último, de forma resumida, y sin olvidar otros factores muy importantes, como por ejemplo la microbiota que también se ve beneficiada del ejercicio físico, acompañada de una buena alimentación sin ultra procesados, azúcares y grasas de mala calidad entre otros, pudiendo evocar un estado continuo de inflamación perjudicial para todo el organismo. Sabiendo además la estrecha relación que hay entre el sistema digestivo y el cerebro (Koblinsky et al. 2023). Además, el estrés continuo sólo hace más que empeorarlo todo, sobre todo a nivel de salud mental pero también generando esa temida inflamación crónica que puede derivar en otras múltiples patologías y agravar otra sintomatología más debido a la contaminación y el exceso de estímulos artificiales propios de la ciudad, por ello la recomendación de ir más a entornos naturales de los que nos beneficiaremos de varias maneras. Y ya por último, el sueño, descontrolado para muchos pero posiblemente sea el pilar central de toda la ecuación en bienestar y salud mental (Chang et al. 2020). Todo esto dará para otro artículo en un futuro.
Conclusión
El ejercicio físico regular es una herramienta poderosa para la prevención y el tratamiento de diversas patologías mentales y cerebrales. Sus efectos beneficiosos sobre la neuroplasticidad, la inflamación cerebral, el estrés, el sueño y la función cognitiva lo convierten en una estrategia integral para mantener la salud cerebral a lo largo de la vida (Schuch et al., 2018; Szuhany, Bugatti & Otto, 2015; Laske et al., 2015). Incorporar actividad física en nuestra rutina diaria puede ser una de las decisiones más acertadas para cuidar nuestra mente y cuerpo.
Referencias:
● Chang, K. K. P., Wong, F. K. Y., Chan, K. L., Wong, F., Ho, H. C., Wong, M. S., … & Yang, L. (2020). The impact of the environment on the quality of life and the mediating effects of sleep and stress. International Journal of Environmental Research and Public Health, 17(22), 8529. https://doi.org/10.3390/ijerph17228529
● Gourgouvelis, J., Yielder, P., Clarke, S. T., Behbahani, H., & Murphy, B. A. (2018). Exercise leads to better clinical outcomes in those receiving medication plus cognitive behavioral therapy for major depressive disorder. Frontiers in Psychiatry, 9, 37. https://doi.org/10.3389/fpsyt.2018.00037
● Jemni, M., Zaman, R., Carrick, F. R., Clarke, N. D., Marina, M., Bottoms, L., … & Konukman, F. (2023). Exercise improves depression through positive modulation of brain-derived neurotrophic factor (BDNF): A review based on 100 manuscripts over 20 years. Frontiers in Physiology, 14, 1102526. https://doi.org/10.3389/fphys.2023.1102526
● Koblinsky, N. D., Power, K. A., Middleton, L., Ferland, G., & Anderson, N. D. (2023). The role of the gut microbiome in diet and exercise effects on cognition: A review of the intervention literature. The Journals of Gerontology: Series A, 78(2), 195–205. https://doi.org/10.1093/gerona/glac150
● Laske, C., Banschbach, S., Stransky, E., Bosch, S., Straten, G., Machann, J., … & Eschweiler, G. W. (2010). Exercise-induced normalization of decreased BDNF serum concentration in elderly women with remitted major depression. International Journal of Neuropsychopharmacology, 13(5), 595–602. https://doi.org/10.1017/S1461145709991234
● McGinley, J. L., & Nakayama, Y. (2024). Exercise for people with Parkinson’s disease: Updates and future considerations. Physical Therapy Research, 27(2), 67–75. https://doi.org/10.1298/ptr.E10428
● Pahlavani, H. A. (2023). Exercise therapy to prevent and treat Alzheimer’s disease. Frontiers in Aging Neuroscience, 15, 1243869. https://doi.org/10.3389/fnagi.2023.1243869
● Paolucci, E. M., Loukov, D., Bowdish, D. M., & Heisz, J. J. (2018). Exercise reduces depression and inflammation but intensity matters. Biological Psychology, 133, 79–84. https://doi.org/10.1016/j.biopsycho.2018.01.015
● Pearce, M., Garcia, L., Abbas, A., Strain, T., Schuch, F. B., Golubic, R., … & Woodcock, J. (2022). Association between physical activity and risk of depression: A systematic review and meta-analysis. JAMA Psychiatry, 79(6), 550–559. https://doi.org/10.1001/jamapsychiatry.2022.0302
● Schuch, F. B., Vancampfort, D., Firth, J., Rosenbaum, S., Ward, P. B., Silva, E. S., … & Stubbs, B. (2018). Physical activity and incident depression: A meta-analysis of prospective cohort studies. American Journal of Psychiatry, 175(7), 631–648. https://doi.org/10.1176/appi.ajp.2018.17111194
● Szuhany, K. L., Bugatti, M., & Otto, M. W. (2015). A meta-analytic review of the effects of exercise on brain-derived neurotrophic factor. Journal of Psychiatric Research, 60, 56–64. https://doi.org/10.1016/j.jpsychires.2014.10.003
● Wang, Y. H., Tan, J., Zhou, H. H., Cao, M., & Zou, Y. (2023). Long-term exercise training and inflammatory biomarkers in healthy subjects: A meta-analysis of randomized controlled trials. Frontiers in Psychology, 14, 1253329. https://doi.org/10.3389/fpsyg.2023.1253329
● Xu, G., Ma, C., & Yang, Y. (2025). Intervention strategies for Parkinson’s disease: The role of exercise and mitochondria. Frontiers in Aging Neuroscience, 17, 1519672. https://doi.org/10.3389/fnagi.2025.1519672
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