Por Rubén Acame Rocamora y Francisco Bailén Gómez.
Directores Técnicos Ganasalud
La Hipertensión es un factor de riesgo significativo de accidente cardíaco, infarto agudo de miocardio, insuficiencia cardíaca y muerte súbita. De ahí la importancia de analizar en profundidad la enfermedad para dar un programa ajustado a las características de nuestros clientes.
La tensión arterial es una medida de fuerza o presión ejercida por la sangre sobre las arterias. La tensión más alta (TA sistólica) refleja la tensión en las arterias durante el movimiento sistólico del corazón, cuando la contracción del miocardio fuerza a un gran volumen de sangre a salir hacia las arterias. A continuación de la sístole, las arterias se encogen y la tensión cae durante la diástole, o fase de llenado del corazón.
La hipertensión se define por una lectura de la tensión arterial sistólica de más de 140mmHg y una lectura de la tensión arterial diastólica de más de 90mmHg.De acuerdo a esta definición, cerca de un 20% de la población tiene Hipertensión Arterial y requiere medicación (Burt et al. 1995). La hipertensión es una enfermedad idiopática, es decir, se produce sin etiología (causa) conocida, se la conoce como la asesina silenciosa. El 90% de los casos son idiopáticos y el otro 10% es curable porque tiene su origen en causas secundarias.
(Lewington et al. 2002) Realizaron un metaanálisis, revisando 61 estudios prospectivos (englobando a cerca de 1 millón de personas), mostró una relación lineal entre el descenso entre el descenso del riesgo de mortalidad cardiovascular y el descenso de la presión arterial.
Hay medicamentos como los bloqueadores β que no solo disminuyen la frecuencia cardíaca, sino que también impiden que ésta se eleve como respuesta normal al ejercicio. Esto dificulta emplear la frecuencia cardíaca como una medida de la intensidad y exige recurrir a la escala de esfuerzo percibido (EEP)
En revisiones recientes con metaanálisis reveló una reducción aproximada en la tensión arterial sistólica de 4,5/3,8 y diastólica de 4,7/3,1 debido al entrenamiento resistido (fuerza) y aeróbico a largo plazo.
Esencialmente todos los ejercicios son permisibles en las personas con hipertensión controlada, la clave está en la intensidad, número de repeticiones, velocidad de ejecución y el tiempo de recuperación, así como los criterios de seguridad específicos.
Un metaanálisis que comparaba los niveles de T.A después de 4 semanas de ejercicio, en adultos sanos, hipertensos, con un total de 5223 participantes, mostro una reducción de T.A significativa de la (P> 0.0001) después de diferentes modalidades de ejercicio.
Otro estudio ( Huang et al 2013) que comprendía ejercicio aeróbico en adultos mayores sedentarios, representando un total de 1226 sujetos, en la conclusión se presentó una robusta estadística que mostró efectos significativos, reduciendo un 3,9% T.A.S y u 4,5% T.A.D.
(Pescatello et al 2004) Estudia el efecto de la reducción de la T.A. 10h – 15mmhg y 22H-4mmhg, después del ejercicio. Esto significa que las personas que sufren hipertensión pueden mostrar normotensión algunas horas después del ejercicio.
Está bien documentado que el entrenamiento en personas hipertensas induce una relevante reducción de la tensión arterial, al mismo nivel que un tratamiento convencional con fármacos (Collins et al 1990, Blood Lowering Treatment Trialists Collaboration , 2000)
Los mecanismos que inducen a la reducción de la tensión arterial es multifactorial, influye en ella los mecanismos neuro-hormonales, vasculares y las adaptaciones estructurales, como el descenso de la actividad simpática que induce la vasoconstricción, así como un descenso en la secreción de catecolaminas.
La modificación en el estilo de vida en clientes hipertensos comprende intervenciones no farmacológicas, por ejemplo, ejercicio, adelgazamiento y cambios en la dieta. Los cambios generales en el estilo de vida comprenden dormir lo suficiente, reducir la ingesta diaria de sodio a una cucharilla de té diaria, una ingesta adecuada de potasio, perder peso si fuera necesario, limitar la ingesta de alcohol, aumentar la actividad aeróbica a 30-45 minutos cuatro o más días a la semana, reducir la ingesta dietética de grasas saturadas y colesterol y dejar de fumar.
Todos los pacientes con hipertensión, los que reciben tratamiento, como los que no, obtienen beneficio del ejercicio físico, este debe incluir ejercicio de resistencia, ejercicio de fuerza dinámico y ejercicios isométricos, en las intensidades adecuadas.
Se deben seguir los criterios de seguridad en cuanto a las cargas, para reducir el riesgo de accidente cardiaco durante el ejercicio.
Hemos podido comprobar en nuestro grupo de hipertensos, como esos beneficios se traducen en una reducción antes y después del ejercicio, repercutiendo en la normo-tensión a largo plazo.
BIBLIOGRAFÍA
- Burt VL, Whelton P, Roccella EJ, Brown C, Cutler JA, Higgins M, Horan MJ, Labarthe D, Prevalence of hypertension in the US adult population. Results from the Third National Health and Nutrition Examination Survey, 1988-1991. Hypetension 1995: 25: 305-313.
- Collins R, Peto R, MacMahon S. Blood pressure, antihyprtrnsive drug treatment and the risks of stroke and coronary heart disease. Part 2, Short-term reducctions in blood pressure : overview of randomised drug trials in their epidemiological contex. Lancet 1990: 335: 827-838.
- Huang G, Shi X, Gibson CA, Huang SC, Coudret NA, Ehlman MC. Controlled aerobic exercise training reduces resting blood pressure in sedentary older aduls. Blood Press 2013: 22: 386-394.
- Pescatello LS, Franklin BA, Fagard R, Farquhar WB, Kelley GA, Ray CA. American College of Sports Medicine position stand. Exercise and hypertension. Med Sci Sports Exerc 2004: 36: 533-553.
- Lewington S, Clarke R, Qizilbash N, Peto R, Collins r. Age-specific relevance of usual blood pressure to vascular mortality: a meta-analysis of individual data for one million adults in 61 prospective studies. Lancet 2002: 360: 1903-1913.
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