Por Luis Asenjo Rueda (Graduado en Ciencias de la Actividad Física y Deporte)

Técnico de GanaSalud.

¿Por qué cuando nos hacemos mayores sentimos que necesitamos un poquito de ayuda? Seguimos siendo independientes e incluso nos sentimos estupendamente bien, pero, ¿por qué algunas cosas nos llevan más tiempo? Lo que me costaba 5 minutos, ahora me cuesta 10; antes no suponía esfuerzo subir las escaleras, pero ahora sí… Siento que si no hago nada, ésta situación va a seguir aumentando y dificultando mi día a día. ¿Qué puedo hacer para encontrarme mejor? ¿Podría revertir ésta situación?

La fragilidad es una condición relacionada con la edad; se caracteriza por un declive en el funcionamiento de múltiples sistemas fisiológicos, acompañado de una mayor vulnerabilidad a los factores de estrés. La fragilidad aumenta el riesgo de que la persona sufra resultados adversos, como caídas, hospitalización y mortalidad (1). La salud física está estrechamente relacionada con la fragilidad, ya que algunos de sus componentes se utilizan para la detección de esta condición (2).

En 2015, la Organización Mundial de la Salud (OMS) publicó su primer informe sobre envejecimiento y salud (3), en el que reconocía la verdadera relevancia del envejecimiento y la salud: los componentes que intervienen en su preservación o deterioro y cómo la relación entre lo que alguien es capaz de hacer y los retos de su entorno, marcan la presencia de autonomía funcional o discapacidad. En ese informe, la OMS define el envejecimiento saludable como «el proceso de desarrollo y mantenimiento de la capacidad funcional que permite el bienestar en edades avanzadas».

Para entender de una manera más ilustrativa la fragilidad como una condición relacionada con la edad, podemos observar el siguiente gráfico (Figura 1) que representa cómo las personas mayores pueden disfrutar de un proceso de envejecimiento saludable si mantienen su capacidad funcional como por ejemplo con el ejercicio físico. Por lo tanto, el estado de salud de las personas mayores se define por el estado funcional y no por la morbilidad, es decir, no se define por la proporción de personas que enferman en un sitio y tiempo determinado.

Esta postura constituye un verdadero hito, principalmente por sus consecuencias teóricas, pero también por su enfoque de la salud a nivel práctico (4). El impacto de las consecuencias prácticas en los adultos de edad avanzada es extremadamente importante, ya que la posibilidad de prolongar la vida aumenta drásticamente (5), por lo que, el potencial para mejorar la calidad de vida alcanza su máxima relevancia. Las recientes investigaciones de las últimas décadas demuestran el creciente interés en torno a la fragilidad, observada como una ventana de oportunidad para evitar o posponer la discapacidad, ya que es una situación que se puede revertir gracias al ejercicio físico (6).

Todos los adultos mayores están en riesgo de desarrollar fragilidad (ya que hemos comentado que la fragilidad es una condición relacionada con la edad), aunque los niveles de riesgo son sustancialmente más altos entre aquellos que presentan: comorbilidades (con dos o más enfermedades, generalmente relacionadas), una posición socioeconómica baja, una dieta pobre y estilos de vida sedentarios (7). La prevención o el retraso del declive del estado funcional, así como la progresión a la discapacidad, con su característica pérdida de autosuficiencia personal, han sido los principales objetivos clásicos y continuos de la medicina geriátrica (8).

¿Cómo podemos mantener un envejecimiento sano o revertir el estado de fragilidad?

El estilo de vida y los factores de riesgo clínicos son potencialmente modificables mediante intervenciones específicas y acciones preventivas (7). Cada vez hay más evidencias que refuerzan los beneficios producidos por el ejercicio físico y las intervenciones multimodales en el estado funcional y la fragilidad de los adultos mayores. Los datos apoyan claramente la intervención temprana -en la trayectoria de la robustez a la discapacidad- para maximizar los beneficios potenciales (8). Esta evidencia ha fomentado la evaluación de las condiciones de pre-discapacidad, es decir, cuando los individuos son todavía independientes pero su rendimiento (como indicador del riesgo de desarrollar discapacidad) está deteriorado, como es el caso de la fragilidad.

Desde GanaSalud apostamos por el desarrollo y la puesta en práctica de diferentes programas de ejercicios orientados a estos objetivos de envejecimiento saludable.

Referencias:

  1. Clegg, A., Young, J., Iliffe, S., Rikkert, M. O., & Rockwood, K. (2013). Frailty in elderly people. The lancet, 381(9868), 752-762.
  2. Navarrete-Villanueva, D., Gómez-Cabello, A., Marín-Puyalto, J., Moreno, L. A., Vicente-Rodríguez, G., & Casajús, J. A. (2021). Frailty and physical fitness in elderly people: A systematic review and meta-analysis. Sports Medicine, 51(1), 143-160.
  3. World Health Organization. (2015). World report on ageing and health. World Health Organization.
  4. Beard, J. R., Officer, A., De Carvalho, I. A., Sadana, R., Pot, A. M., Michel, J. P., … & Chatterji, S. (2016). The World report on ageing and health: a policy framework for healthy ageing. The lancet, 387(10033), 2145-2154.
  5. Dong, X., Milholland, B., & Vijg, J. (2016). Evidence for a limit to human lifespan. Nature, 538(7624), 257-259.
  6. Merchant, R. A., Morley, J. E., & Izquierdo, M. (2021). Exercise, aging and frailty: guidelines for increasing function. The journal of nutrition, health & aging, 25(4), 405-409.
  7. Hoogendijk, E. O., Afilalo, J., Ensrud, K. E., Kowal, P., Onder, G., & Fried, L. P. (2019). Frailty: implications for clinical practice and public health. The Lancet, 394(10206), 1365-1375.
  8. Pahor, M., Guralnik, J. M., Ambrosius, W. T., Blair, S., Bonds, D. E., Church, T. S., … & LIFE Study Investigators. (2014). Effect of structured physical activity on prevention of major mobility disability in older adults: the LIFE study randomized clinical trial. Jama, 311(23), 2387-2396.